Badajoz, una ciudad media típica, encadena varios años de escaso crecimiento de la población. Anclados en el subconsciente están los 150.000 habitantes que desde hace décadas creemos tener, cuando realmente no es así. El término municipal sufre el fenómeno de la dispersión urbana, con cerca de 30 pedanías y diseminados, y en cuyo núcleo urbano principal, la ciudad propiamente dicha, reside el 83% de la población, unas 125.000 personas, según el Instituto de Estadística de Extremadura. A pesar de ello, el vigente plan general de ordenación urbana diseña una ciudad con más de 36.000 nuevas viviendas en la década de 2007-2017, duración estimada inicialmente para el desarrollo del plan urbanístico.
Todas estas viviendas podrían acoger a una nueva población igual a la mitad de esos 150.000 habitantes que ya tiene la ciudad. No obstante, desde el principio dicha estimación se reveló errónea además de desproporcionada; en primer lugar, debido a que al año siguiente de su entrada en vigor sobrevino la conocida crisis económica de 2008, que lastró este deseado pero utópico crecimiento, y en segundo lugar, debido al descenso de la natalidad, creación de empleo e inversiones. No obstante, este último factor parece cambiar debido a varias iniciativas que se esperan concretar en la ciudad (un nuevo hospital privado, un enorme centro logístico de Amazon, varias fábricas de ámbito tecnológico...). Es el punto de inflexión esperado por la especulación y la promoción inmobiliaria para hacernos creer que es imperativa la construcción de miles de viviendas nuevas en el plazo más breve posible. Viviendas además cada vez más complicadas de abordar económicamente por un gran número de personas.

ciudad actual vs. ciudad futura
Sin embargo y como era de esperar, este aumento de la población no se materializa, como tampoco lo han hecho aún esas nuevas iniciativas empresariales. No importa. Ya se están llevando a cabo actuaciones urbanísticas en la periferia de la ciudad actual, unas urbanizaciones que esperarán décadas a medio gas hasta verse ocupadas, si llega a ocurrir, por esos nuevos miles de habitantes producto de un falso milagro económico. Tampoco importa dejar sin cohesión la trama urbana, solares vacíos repartidos por el núcleo urbano de los que parece no acordarse nadie y miles de viviendas vacías (casi 5.000 del parque de 75.000 viviendas censadas por el INE en 2021). Mientras tanto, la ciudad se desborda una vez más desde su centro y su casco antiguo, que sigue en caída libre como ya lo hizo en los años 80, arrastrando habitantes y servicios a las zonas de nueva construcción, y que tanto nos está costando arrebatar completamente de las manos del olvido y la desidia. Un casco antiguo que visitamos de pasada por esos pocos lugares más o menos recuperados, mientras obviamos el resto, donde las casas se derrumban abandonadas por calles por las que es mejor no pasear demasiado.
Un urbanismo disperso como el de esta ciudad trae consigo una mayor dependencia del vehículo privado, más aún cuando no existen fórmulas efectivas de transporte público. Si nos enfocamos solo en los turismos, Badajoz tiene censados 83.885 coches para 94.984 conductores (DGT, 2023) en una población de 150.190 personas (INE, 2023); el número total de vehículos a motor censados en la ciudad asciende a 118.255, cifra próxima a la ratio de un vehículo por habitante, 0,79. Comparativamente, en Madrid, con 2.010.905 vehículos y 3.332.035 habitantes, la ratio baja a 0,60 vehículos por habitante; en Barcelona es de 0,56, casi dos habitantes por vehículo; en resumen, tenemos una tasa de vehículos por habitante mayor que las dos grandes capitales del país. La ciudad más parecida a Badajoz en cuanto a población es Logroño, con 150.583 habitantes, y su ratio de vehículos por habitante es de 0,63. Hace varios años que Badajoz se construye por y para el coche, y las nuevas expansiones de la ciudad no harán otra cosa que incrementar un tráfico rodado ya excesivo en una ciudad media como ésta.
El plan general de ordenación urbana de Badajoz, concebido para una década desde su aprobación en 2007, se quedará con nosotros muchos más años de lo previsto, y con seguridad no se completará. Supone la creación de una nueva ciudad gemela en extensión a la actual; un crecimiento físico desmesurado basado en un crecimiento poblacional ilusorio, basado a su vez en un crecimiento económico que no llega.
Frente a esta realidad, planeamiento quiere ser un espejo en el que la ciudad se mire, aunque no se reconozca; un análisis visual de la ciudad que ha sido, la ciudad que es, y la ciudad que algunos quieren que sea, y al igual que el plan urbanístico de 2007, no se espera que tenga fecha de caducidad.